A la hora de comentar esta película me vienen a la mente los cuentos de Chejov y su destreza para captar los recovecos del alma humana bajo los pliegues de una vida cotidiana en la que parece que apenas nunca suceda nada con suficiente entidad para equipararse al interés suscitado por la mejor -o incluso la no tan buena- ficción. Con una sensibilidad y un realismo que a veces pone los pelos de punta, Nueve Vidas detiene su mirada sobre nueve breves pero significativos momentos de la vida de nueve mujeres. Y lo hace a través de nueve planos-secuencia cuyo increíble virtuosismo técnico (no hay ni un solo corte en ninguno de los episodios) apenas logra destacar a los ojos del espectador gracias a la pasmosa naturalidad de unas situaciones y unas maravillosas interpretaciones que más bien parecen extractos documentales de la realidad. Destacaría el conmovedor episodio protagonizado soberbiamente por Robin Wright Penn (me enamoré de ella cuando la vi en La princesa prometida), así como el devastador episodio protagonizado por la enfermera afroamericana que retorna a casa tras una larga ausencia, y cuya interpretación me parece tan excepcional y conmovedora que no tengo palabras para describirla. También me impresionó el episodio final en el cementerio, y sigo en spoiler...