Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Naroa Lopetegi:
8
Romance. Comedia Gatsby Welles (Timothée Chalamet) y Ashleigh (Elle Fanning) son una joven pareja enamorada de universitarios que se dispone a pasar un fin de semana en la ciudad de Nueva York. Ella va a entrevistar al reconocido cineasta Roland Pollard (Liev Schreiber), que pasa por un momento de crisis creativa, y durante su azarosa aventura conocerá al cautivador actor Francisco Vega (Diego Luna). Por su parte, Gatsby también conocerá a una joven, ... [+]
13 de octubre de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Gatsby y Ashleigh, joven, guapa y heterogénea pareja de estudiantes de la modesta universidad de Yeardley, afrontan con ilusión un prometedor fin de semana en Nueva York. Ella, de Arizona, porque va a entrevistar para el periódico universitario a un famoso cineasta; él, newyorkino, porque aprovechará para enseñarle los mejores lugares de la ciudad. Les vamos a acompañar durante esos dos días, en los que nada va a salir como estaba planeado.

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Sé que corren malos tiempos para Woody Allen. Si ha protagonizado las perrerías de que le acusa parte de su exfamilia, o si es una víctima inocente, creo que nunca lo sabremos. Probablemente, ni calvo ni con dos pelucas… Pero la sensibilidad está a flor de piel a raíz del ‘Mee too’, y veremos si el prolífico director puede cumplir su propósito de seguir rodando una película al año hasta que muera en un plató a consecuencia de alguno de los múltiples males que tanto teme. Personalmente, acudiré fielmente a ver sus trabajos cada vez que se estrenen. No para absolverle en sus cuitas personales, solo para disfrutar de su personal e intransferible cine.

DESDE MI PUNTO DE VISTA
Si alguien quiere torturarme, puede empezar por obligarme a ver una comedia romántica. Si acaba con un final blando y previsible, me hará más daño que separándome las uñas de los dedos… ‘Día de lluvia en Nueva York’ es, efectivamente, una comedia romántica; y cuando Gatsby se apea del coche de caballos y se dirige hacia el reloj de Central Park para la última secuencia de la película, supe tan perfectamente como el resto de la sala lo que iba a pasar. Pero abandoné el cine sin ira, sin indignación. Antes más, con una sonrisa bobalicona en la boca. Me lo había pasado estupendamente durante hora y media de inmersión en una comedia romántica. Por cosas así soy tan fiel a Woody Allen…
Acusar al director neoyorkino de llevar a cabo un tipo de cine chapado a la antigua es como tratar de ofender a una bombilla aludiendo a su calvicie… Esos títulos de crédito con que empiezan todas sus películas, esa música de fondo que te lleva hasta la primera escena… Es naftalina pura, pero el día que uno de sus filmes empiece de otra manera, mi decepción será de una hondura insondable.
Entre las habilidades más reseñables de su forma de contar historias, una de las que más me subyugan es cómo te pone en situación en un pis-pas. A menudo recurriendo a la voz en off, llevas un par de minutos acompañando a sus personajes, y ya sabes de qué va la vaina, de qué pie cojea cada cual, y hacia dónde se dirige la trama. En esta ocasión, rápidamente sabemos que él es un pijo culto hasta la náusea, y ella una almendra adorable (el ‘Mee too’ tiene munición facilona por ahí… y a Woody Allen se la refanfinfla).
Nuestra pareja llega a Nueva York, y lo que cabía esperar se desmanda. Argumentalmente, nada va a seguir la senda prevista; pero ahí están otra vez señas de identidad del cine de Allen, para solaz de quienes lo adoramos: localizaciones de alto standing, en las que me resulta imposible no sentir una gran comodidad rayana con la envidia malsana; diálogos riquísimos en lo lingüístico, en lo cultural y en lo afilado (las puyas entre Gatsby y Chan me parecen memorables; y la confusión de ella adjudicando al periodismo el carácter de oficio más antiguo del mundo no me parece inocente, sé en primera persona cuán baratamente tenemos que vendernos quienes nos dedicamos a esto…); giros de guión delirantes, tras los que los personajes salen prácticamente indemnes, con una naturalidad pasmosa… Entiendo perfectamente a quien no conecte con todo este paisaje tan propio del cine woodyalleniano, puedo empatizar con sus haters sin mayor esfuerzo. Pero yo disfruto, me río, me intrigo por la siguiente vuelta de tuerca, le hago las concesiones que me pida… Y nunca me defrauda.
En esta ocasión, separa a los protagonistas, y nos cuenta simultánea y alternativamente sus andanzas por Nueva York, llevándonos a fiestas, partidas de poker, casoplones, estimulantes piano-bars… Tras muchos sobresaltos, nos los vuelve a reunir en el crepúsculo de la historia, y nos amaga con un “aquí no ha pasado nada” que también le habría comprado, antes de pegar un último bandazo que nos lleva a la citada última escena, potativa para mí en otro contexto, pero que tolero sin aspavientos en este caso. Amén de mi apego al director y a su estilo, seguro que también me predispone al perdón la luminosa fotografía con la que masajea mis pupilas pese a mostrarme la ciudad bajo una pertinaz lluvia. Ahora entiendo por qué ha apostado por Donosti para su siguiente película…
Por supuesto, ahí estaré en el fin de semana del estreno.
Naroa Lopetegi
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow