After Hours es probablemente una de las películas más insólitas y difíciles de clasificar dentro de la memorable fimografía de Scorsese. Para empezar, se trata de una comedia (con tintes de aventura kafkiana), un género en el que apenas se ha movido este maestro del cine. Su temática además se aleja de las historias habituales que maneja, ya que se centra en la surrealista noche de un ciudadano cualquiera, sin nada de particular, más bien tirando a gris. Además, en su reparto no encontramos habituales de su cine, y algo que siempre es marca del director, los travellings musicales, tampoco abundan tanto como en otras de sus cintas.

Pero a pesar de todo esto, After Hours es tan buena, o incluso mejor, que muchas de las películas de Scorsese. No sólo es tremendamente entretenida, sino que además maneja el humor como si llevara dedicándose al género toda su carrera. Pero es que además de eso, After Hours está sembrada de lecturas en su argumento, desde el aburrimiento del individuo cualquiera en el sistema capitalista, hasta la aciaga soledad de las personas en las grandes ciudades, y el absurdo de una serie de vidas sin metas claras.

Así pues Sorsese nos sitúa como compañeros de la aventura/pesadilla de un pletórico Griffin Dunne (en el mejor papel de su carrera) a través de esas solitarias existencias con las que se encuentra, y en un descenso a los bajos fondos de una ciudad deseosa de aventuras y de algo reseñable, pero abocada a un trabajo de 8 a 8 ante una pantalla de ordenador. Tan amarga tesis viene servida con aspecto de comedia alocada repleta de humor negro.

Bien visto, After Hours si que tiene muchos puntos en común con el mundo de Sorsese, sobre todo, su maestría.