Al igual que en El imperio del sol, nos encontramos con un Christian Bale encarcelado en un campamento, mucho más rústico que el de los japoneses de la película de Spielberg. La película que nos toca incluso hace un guiño al filme del director judío, cuando Bale le cuenta a su compañero de penurias cuándo y cómo decidió ser piloto, pues la imagen que evoca es calcada a la de El imperio del sol, cuando el avión americano pasa a su lado y él ve al piloto. Nos encontramos en este caso ante una película muy bien hecha, que narra una situación de guerra sin los fuegos artificiales a los que nos tiene acostumbrados este tipo de cintas, lo que nos empuja a centrarnos más en la historia que se narra y los personajes. No hay distracción alguna en esta película, pues no es necesaria, el argumento ya es bastante interesante de por sí, sin tener que apoyarse en escenas violentas o explosivas. Bale vuelve a distinguirse por su excelente interpretación (y ya van unas cuantas), además de por su duro trabajo físico, pues aquí, al igual que en otros de sus trabajos, lo vemos adelgazar hasta quedar en los huesos, con unas ojeras altamente pronunciadas, como vimos anteriormente en El maquinista, y hace poco en The fighter, película por la que consiguió el Oscar al mejor actor secundario. Una película narrada con gran sencillez, sin pretenciones de obra maestra, pero que consigue un excelente resultado, sobre todo por la calidad del intérprete y la buena mano del director. Mención especial para el secundario Steve Zahn, con una correctísima actuación perfecta como complemento de la de Bale.