El pulso de una señora (con perdón) inglesa contra unos subordinados díscolos en las cárceles irlandesas es contado prácticamente desde los pasillos, las ratoneras y la sala de visitas de la prisión de máxima seguridad de Maze. Mientras la dama del pelo de alambre toma el té y saborea unas exquisitas pastas de jengibre, los muchachos del IRA y el INLA encabezados por Bobby Sands, hartos de solicitar ser tratados como presos políticos, deciden una huelga de hambre que mantendrán hasta el final.

-¡Ja!, dice la primera ministra, si no quieren comer es su problema; dios y la razón nos asisten, ¿verdad mister Reagan?. "Un crimen es un crimen; no es política", zanjó la mujer que nunca tomó decisiones políticas que trajeran muerte en sus alforjas, prueben las de arándano a mi esposo le quedan divinas.

El joven Steve McQueen, con la imprescindible colaboración de Fassbender, ha hecho un relato espeluznante y sincero sobre las posturas ideológicas, el convencimiento sin fisuras (que hace dudar al embajador de la Iglesia) y el acompañamiento resignado hacia una acción irreversible (el de los padres de Bobby); que nos hace gritar de impotencia y poner, con rotulador negro, diez cruces sobre el año 1981, otro hito en la historia del fracaso de la humanidad.