Humor del absurdo que nace de patéticas realidades y que desnuda maneras de vivir entre ciertos sectores artísticos y sus aledaños socio-económicos. La comedia de Blake Edwards, marcada por el indisoluble e histriónico Peter Sellers, lleva adherida ese ridículo componente que forma parte de la naturaleza humana y que tiene que ver con la necesidad de aparentar, presumir y barrer bajo la alfombra; de forma que cuando aparece un genuino patoso, que sin proponérselo tira de la manta, queda al descubierto la auténtica catadura moral de los individuos.

El guateque forma parte de ese tipo de cine que puede tomarse como ejercicio estimulante de la carcajada, sin más, o como sarcástica reflexión sobre el vano mundo de la industria del espectáculo y sus adláteres. De una u otra manera tiene gran interés, algunos gags para la historia y sirve para construir una de las más sólidas columnas en que se asienta el monumento a uno de los cómicos más inclasificable y original del siglo XX, el excéntrico actor británico Peter Sellers.