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España España · Cáceres
Voto de Sinhué:
10
Comedia Extenuado por el frenético ritmo de la cadena de montaje, un obrero metalúrgico acaba perdiendo la razón. Después de recuperarse en un hospital, sale y es encarcelado por participar en una manifestación en la que se encontraba por casualidad. En la cárcel, también sin pretenderlo, ayuda a controlar un motín, gracias a lo cual queda en libertad. Una vez fuera, reemprende la lucha por la supervivencia en compañía de una joven huérfana a ... [+]
3 de febrero de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando escribimos algo nos gusta imaginar que al otro lado hay alguien a quien sirven nuestros apuntes. Gente sin rostro que disfruta, aprende o simplemente entretiene un momento de su cotidiano discurrir. Aunque tampoco es imprescindible la existencia inmediata de otro para justificar nuestras divagaciones: si no llegan a ojos u oídos, quedarán en el aire y algún ser vivo, plantas incluidas, acabará por respirarlas. Después de todo, como diría mi amigo César Martín Ortiz: "Escribir, no es más que enviar cartas desde un lugar inexistente al lugar real donde uno vive"

Esta reflexión me asalta cuando me dispongo, en mi crítica 1.200 para filmaffinity, a contar las sensaciones que ha despertado en mi una obra, de bagaje vital, como Tiempos modernos. La necesidad de condensar en pocas líneas el cariño y agradecimiento que se siente hacia algo tan valioso que nos ha acompañado, e incluso arropado, en el transcurso de los años, me hace sufrir la responsabilidad de no estar a la altura de sus méritos.

Han pasado más de ochenta años desde que Chaplin decidió escribir, dirigir, musicar e interpretar las memorias de un pequeño y simpático superviviente de la Gran Depresión. La crónica de los Nadie es la que realmente da luz a los procesos históricos, esos que acaban en los anales y que esconden bajo sus escombros las humildes existencias de campesinos, obreros (explotados o parados) y ciudadanos del montón.

Una presentación, tan inquietante como la de Metrópolis (Fritz Lang), sirve para situarnos en la cresta de esa oscura ola que parece tener entre sus inmediatas intenciones el violento desembarco de nuestro protagonista contra las afiladas rocas del acantilado. El mar encrespado, no cabe duda, es en este caso, el mercantilismo desalmado.

Tras su crisis mental, bloqueado por su condición de eslabón cárnico en una cadena industrial, el médico del hospital le dice, al darle el alta: "Evite las emociones fuertes"; pero el destino, que para nada incluye en sus cálculos cuestiones sanitarias, le tiene reservados moviditos episodios que suceden en cascada, con un ritmo vertiginoso, solo apto para atletas de conciencia tranquila. Por suerte, entre tantas alteraciones también se encuentra el amor.
La pequeñez del operario ante la devoradora fuerza de la máquina es tratada por el maestro londinense con toda la ternura que era capaz de imaginar; cuando las únicas herramientas que tenían los mindundis, para no ser aplastados por la grosera productividad, eran la picardía y el afecto de al menos otro ser humano.

Cuatro años después de estos Tiempos Modernos apareció la inmensa: "Las uvas de la ira", sobre la novela de Steinbeck, que hablaba también de las consecuencias de los movimientos telúricos del capitalismo, en este caso sobre los trabajadores de la tierra. Pero el delicado humor que utiliza el padre de Charlot en este relato sobre un mundo despiadado, sirve para digerir mejor. Haciendo un paralelismo podríamos comparar a la risa con un protector estomacal, que nos evitará la úlcera que nos provocó, involuntariamente, el exceso de bilis de la peli de John Ford.

Aún así no hay silbato que contenga la libertad de nuestro rebelde favorito, nuestro héroe, el hombrecillo del bombín y el bastón; el que no necesitaba hablar para contárnoslo todo. Esta fue su última aventura muda, aunque introdujo sonidos (artilugios y tripas) e incluso canciones en francés. La moda y la comercialidad le obligarían a cambiar, y, aunque remolón, se pasó al ruido. Para demostrar que su inventiva no tenía barreras inauguró la nueva era con El gran dictador (1940).
Sinhué
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