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España España · Cáceres
Voto de Sinhué:
8
Drama. Romance Vittoria (Monica Vitti), tras una acalorada discusión, decide romper con su novio Riccardo (Francisco Rabal). Mientras disfruta de su libertad en compañía de su madre, conoce a Piero (Alain Delon), un joven y atractivo corredor de bolsa, un seductor arrogante con el que mantiene un apasionado romance. (FILMAFFINITY)
16 de abril de 2020
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando alguna de las partes involucradas en una relación agonizante considera que no merece la pena gastar un gramo más de fuerza en salvar lo insalvable; cuando las palabras las oye el interlocutor desde afuera; cuando la necesidad de salir corriendo, o volando por la ventana es acuciante; cuando ese misterio que rodea la incubación del desamor, queda perfectamente resuelto con la certeza de que lo que vivía ya está muerto...; es hora de empezar en otra parte. Y a ello, con cierta sensación de libertad, se dedica Vittoria que acaba de quemar una etapa amorosa y agobiante de su vida.

Vuelve Michelangelo, en L'eclisse, a mostrar lo que mejor sabe: el campo de batalla tras las ruinas sentimentales de una clase social más que acomodada.
Una vez calafateadas todas las grietas de la supervivencia, la clase pudiente se dedica a tomar decisiones urgentes, buscando con desesperación el espejismo de la felicidad. En este envidiable albedrío, en la impotencia de materializar un mínimo de estabilidad a pesar de rozarla con la punta de los dedos, es donde plantea el director italiano el vacío existencial de estas criaturas; que si no fuera porque solo giran alrededor de su ombligo y nos resultan, por insolidarios, bastante antipáticos, nos darían mucha pena.
La burguesía, proclama con insistencia Antonioni, es una clase social que no aprende y, una y otra vez, se envenena con su propio éxito, a sabiendas de que el mismo se ha firmado vendiendo el alma, por lo cual deberían aceptar la condena.

Pero lo que encandila del gran maestro y sus co-guionistas (Tonino Guerra y Elio Bartolini), son las notas al margen, lo que se cuenta sin palabras: esos paseos a ninguna parte, los silencios incómodos, las dudas que se mastican, los afectos congelados, la incapacidad de entrega y, como colofón, la desconfianza perpetua. Justo todo lo que desagrada al espectador que no está dispuesto a mancharse, el que demanda entretenimiento y no reflexión. Y eso que los protagonistas son jóvenes, guapos y medio triunfadores.

Si se estrenara hoy, casi sesenta años después, algo tan profundo, con pretensiones tan incorpóreas, el exhibidor podría acabar en el juzgado de guardia por tomar el pelo a los respetables consumidores. Hasta aquí nos ha traído el abandono de la poesía.
Sinhué
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