Decía Billy Wilder que todos los directores aspiraban al secreto del toque Lubistch. Que, a veces, salía algo brillante que se parecia a Lubistch, pero que en el fondo no era Lubistch. Para entender mejor al maestro, sólo hay que ver esta película. Una comedia fabolusa y eterna.

A Lubistch el talento se le cae de los bolsillos. Añadamos un reparto genial liderado por un Jack Benny en estado de gracia y una sensual Carole Lombard. Sumémosle un guión muy conseguido, unos diálogos estupendos y muchas dosis de acidez y mala uva para con el nazismo. Reconozcamos además el mérito y la valentía de hacer esto en pleno auge del Tercer Reich. El resultado no es otro que la comedia perfecta. La mejor que he visto en mi vida junto a El apartamento.

Ocurre en contadas ocasiones. Uno se sienta a ver una película y desde el minuto uno se enamora de ella. Es amor a primera vista, y sabes que es amor para toda la vida. Todo gracias a una alquimia única e irrepetible: la fascinante magia del toque Lubistch.