Esta serie me marcó desde un principio. Soy una fanática del mundo de los muertos.
La idea es simple, pero alucinantemente efectiva:
Una familia de 3 hijos lleva un negocio funerario y en la primera escena el padre muere.
Desde allí comienza el viaje dentro de la psicología de cada integrante de la familia. Tenemos al hijo mayor que vuelve a casa, el gay que no ha salido del closet y la hija adolescente que justamente estaba puesta cuando se enteró de la noticia. Y última, pero no menos importante, tenemos a la madre neurótica entrañable, tan loca y real que da miedo porque podría ser tu madre.
Estamos en una casa grande, el olor a antiguo se siente, en la planta baja suceden funerales cada día, y la muerte impregna cada rincón.

Cada capítulo comienza con una muerte, la pantalla se pone en blanco para mostrarte el nombre, año de nacimiento y muerte de un personaje que ya dejará de existir. Un instante surreal, un instante normal, un instante que simplemente sucede.. y vemos muertes de todos los tipos, y de alguna manera cada personaje se identifica con esas muertes y le da un nuevo sentido a su propia existencia.
No es un proceso lineal, y allí radica el realismo de la serie. En las 5 temporadas que dura vemos una clara evolución de cada personaje, tan real que se siente como la vida misma.

Nada se deja al azar, la dirección es magistral y la fotografía es de ensueño. Cada capítulo es una película de una hora, lleno de fantasmas reales.