Basado en la villana de las producciones animadas de Disney "101 dálmatas" (Reitherman, Luske, Geronimi; 1961) y sus secuelas y remakes, "Cruella" (Craig Gillespie, 2021) tiene un trasfondo social o así lo quiere pretender por momentos pero realmente no es algo a tener en cuenta, y no es algo malo, puesto que la relevancia en cuanto a la idea de la "femme fatal" es sólo contextual debido a que es así la naturaleza de su personaje, aquí cargada en gran parte de una humanidad y empatía que maneja bien el trabajo de Emma Stone, y, en el lado contrario, el salvajismo insoportable de la caricaturización de Emma Thompson exalta de forma incontrolable ese rasgo extremadamente perfeccionista que caracteriza su antagonismo en la trama.

La idea constante de la rivalidad entre personajes semánticamente iguales en forma y sustancia se desvanece por el plot twist del argumento, que más bien es un aspecto de la anagnórisis fundamental de todo héroe literario, sin embargo, Cruella no es una heroína, pero tampoco una villana, por lo que la tarea de la identidad pasa por una deconstrucción progresiva que mantiene ocupado al filme en casi toda su duración.

Como buena película de orígenes que es, ese mensaje tan potente que posee el filme en cuanto a la cultura de la imagen y la extrema competitividad desaforada en la búsqueda del éxito es más palpable que la intención de hacer justicia al pasado del personaje. De igual modo, el hilo narrativo es bueno y tiene esa "justicia poética" que tanto entretiene a su público. Además, no hay mejor homenaje posible que sentir después de su clímax que este microuniverso que ha formado Disney va un paso más allá del simple amor por los dálmatas.