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Voto de Tony Montana:
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Fantástico
Cleveland Heep (Paul Giamatti), el encargado de un bloque de apartamentos, descubre una tarde a una ninfa (Bryce Dallas Howard) en la piscina de la urbanización. La criatura está inmersa en un viaje que podría devolver la esperanza a nuestro mundo, pero para completarlo necesitará la ayuda de Cleveland y de todos los vecinos. (FILMAFFINITY)
21 de julio de 2008
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando somos pequeños todos nos creemos que un lobo pueda tragarse a una abuela sin masticarla y hacerse pasar por ella hasta que la descubren y la salvan de una pieza. Hoy en día, el espectador no puede ser inocente, se ha perdido esa capacidad innata de creer en la inverosimilitud que todos tenemos, y desde pequeños se nos inculca la búsqueda del raciocinio de cosas altamente improbables salidas de la cabeza de los Esopo o Grimm de turno, y se nos corrompe para impedir que los pequeños tengan una infancia que sea eso, infancia. En dichas fábulas, que contenían un fondo moral la mayor parte de las veces que solía ser bueno para el niño, incapaz de ver a esa edad la suciedad que según muchos hay en ellas, no había reglas físicas, ni naturales, ni ideológicas, eran simples vehículos que hacían que los niños adquirieran unos valores educativos sin que para ello tuvieran que ser educados en algo aburrido e impropio de esa edad, en la que uno está pensando más en fantasías y en cosas mágicas sin necesidad de buscarles porqués, ya que un adulto jamás podrá pensar como un niño, y viceversa, ya que los peques jamás verán homosexualidad en Tinky Winky o Epi y Blas, pudiendo ver a Espinete caminar desnudo sin ver nada sucio en ello del mismo modo que pueden entender que una rana esté enamorada de una cerda sin ninguna convención social que les obligue a ser cerdo+cerdo o rana +rana. Aquí, Shyamalan busca recuperar esa sensación, para muchos ya perdida, de las historias que leíamos antes de irnos a dormir en los que no nos preocupábamos en si tenían un fondo político o en si tenían unas enseñanzas poco adecuadas, ni tampoco si hay fallos de guión o si las cosas ocurren por lógica de una manera normal y a gusto de los que ya han perdido la capacidad de soñar.
Y es que Shyamalan es un niño pequeño en el cuerpo de un adulto que, haciendo suya eso de que para Orson Welles el cine era un gran tren de juguete, utiliza el cine como medio para crear fábulas, jugando con historias, texturas, sonido, hasta crear una sinfonía de elementos que provocan que sus películas, mejores o peores, sean una experiencia casi extrasensorial, convirtiéndole en un titiritero que engaña al espectador con sus marionetas, un hombre que es puro espectáculo y que logra congregar a muchas personas a su alrededor en torno al que se oyen multitud de historias que, no por no ser verdad van a dejar de ser menos reales.
Y es que Shyamalan es un niño pequeño en el cuerpo de un adulto que, haciendo suya eso de que para Orson Welles el cine era un gran tren de juguete, utiliza el cine como medio para crear fábulas, jugando con historias, texturas, sonido, hasta crear una sinfonía de elementos que provocan que sus películas, mejores o peores, sean una experiencia casi extrasensorial, convirtiéndole en un titiritero que engaña al espectador con sus marionetas, un hombre que es puro espectáculo y que logra congregar a muchas personas a su alrededor en torno al que se oyen multitud de historias que, no por no ser verdad van a dejar de ser menos reales.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y es que en La joven del agua no hay que buscar explicaciones coherentes a lo que se ve, es una historia simple a más no poder, de un interés netamente narrativo con personajes formados de estereotipos sacados del cuento más clásico, y con un guión al que, si realmente se le quieren buscar fallos, se le encuentran, pero que, como niños, podemos acatar cualquier cosa que veamos y quitarnos el velo del prejuicio adulto hasta, en una maniobra de retroceso vital, convertirnos en niños ante las hojas de un libro de cuentos. Desde el mismo momento en que una ninfa aparece y ninguno de los personajes se cuestiona que realmente no sea más que una chiflada con un buen par de piernas y pelirroja, Shyamalan nos está avisando que cualquier intento por parte del espectador de verle lógica alguna a cosas tan aparentemente ridículas como las que suceden. Como la mujer coreana le dice a Giamatti para contarle toda la historia, este debe ser un niño inocente de nuevo, debe ser capaz de creer en un imaginario icónico que sólo se encuentra en las leyendas, para así alcanzar la mayor comprensión de todo cuanto le acontece y saber extraer las lecciones y adaptarlas a su propia vida y así completar ese ejercicio de superación moral que es lo que centra su verdadera historia, y lo que representa para él el personaje de Story para él, la lucha contra el pasado y el descubrimiento de que todos tenemos una utilidad dentro del mundo, sólo hay que saber buscarla.
A lo largo de su cine, la función principal de los niños es la de hallar soluciones a los problemas que los adultos no pueden ver, y los niños son la respuesta para las grandes dudas que plantea el director en su obra, como en El sexto sentido, donde un niño que era el único que podía ver a los muertos, así como el descuido de la pequeña hija de Mel Gibson, del mismo modo que en El Bosque era Ivy, una joven ciega, la única que, al no haber contemplado nunca el mundo, tiene el valor de recorrer ese bosque maldito. Es lo mismo que encontramos en esta obra, donde, tras muchos errores en su crítica poco encubierta al racionalismo con que analiza fríamente la situación el prepotente y amargado crítico, es el niño el que, no sin cierta rutina de aprendizaje y asumir errores, da con la tecla y es el único capaz de salvar a Story y hacer que el personaje de Paul Giamatti encuentre su sitio en la constante evolución y maduración de sus personajes para poder afrontar la toma de decisiones por duras que estas sean. Destaca también el grupo. Con un concepto bastante fordiano de la comunidad, Shyamalan nos habla del vínculo que se establece entre todos los miembros sin los que es imposible entender las acciones de un único individuo, puesto que no somos más que el resultado de todo aquello que hemos aprendido durante nuestra infancia, y haciendo obligatorio que todos remen en la misma dirección o el barco se va a quedar parado donde está.
A lo largo de su cine, la función principal de los niños es la de hallar soluciones a los problemas que los adultos no pueden ver, y los niños son la respuesta para las grandes dudas que plantea el director en su obra, como en El sexto sentido, donde un niño que era el único que podía ver a los muertos, así como el descuido de la pequeña hija de Mel Gibson, del mismo modo que en El Bosque era Ivy, una joven ciega, la única que, al no haber contemplado nunca el mundo, tiene el valor de recorrer ese bosque maldito. Es lo mismo que encontramos en esta obra, donde, tras muchos errores en su crítica poco encubierta al racionalismo con que analiza fríamente la situación el prepotente y amargado crítico, es el niño el que, no sin cierta rutina de aprendizaje y asumir errores, da con la tecla y es el único capaz de salvar a Story y hacer que el personaje de Paul Giamatti encuentre su sitio en la constante evolución y maduración de sus personajes para poder afrontar la toma de decisiones por duras que estas sean. Destaca también el grupo. Con un concepto bastante fordiano de la comunidad, Shyamalan nos habla del vínculo que se establece entre todos los miembros sin los que es imposible entender las acciones de un único individuo, puesto que no somos más que el resultado de todo aquello que hemos aprendido durante nuestra infancia, y haciendo obligatorio que todos remen en la misma dirección o el barco se va a quedar parado donde está.