Flojita producción que juega al despiste durante casi tres cuartos de película para luego dar un giro que te deja descompuesto, aunque no porque te sorprenda gratamente. Dos parejas, uno de cuyos componentes tiene problemas de control de la ira, alquilan una idílica casa junto al mar durante un fin de semana. Problemas subyacentes irán surgiendo y conducirán a los cuatro a un final que ninguno espera.

El mayor problema en The Rental es que llegamos casi a mitad de película sin que haya ocurrido prácticamente nada. Se exploran bien las facetas del carácter de cada uno y las actuaciones con solventes, pero, demonios, se supone que esto es una película, no Gran Hermano. Ni siquiera hay atmósfera o tensión que produzca cierta expectativa. Las cosas se ven venir y, por desgracia, son como uno las imagina. No hay ni asomo de sorpresa.

Y hete aquí que para el último tercio la cosa cambia radicalmente, pero es todo tan frío y carente de sustancia que apenas viene a arreglar nada. Es terriblemente impostado, por mucho que luego le quieran dar sentido al final con un epílogo híper explicativo, pero lógicamente necesario si queremos entender algo. Aquí faltan algunos hervores para trenzar una historia y que no parezca fruto de un corta-pega.