Media votos
6,2
Votos
1.118
Críticas
1.116
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Carorpar:
7
18 de setiembre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A numerosos usuarios de la página —y espectadores en general, supongo— «Licorice Pizza» les ha parecido aburrida. Lo entiendo, en parte. Porque lo cierto es que caracteriza a Paul Thomas Anderson un modus operandi que nada tiene que ver con el TDAH audiovisual de nuestros días.
Sus travellings de seguimiento y planos secuencia deben de antojarse poco menos que inaprehensibles para el paladar cinematográfico —es un decir— «centennial». La cadencia calma que éstos aportan a sus películas está en las antípodas del ritmo obsesivo-compulsivo con que se consumen hoy redes sociales y plataformas de contenidos.
A mí, en cambio, y probablemente en buena medida a causa de todo lo anterior, me ha resultado una experiencia muy grata. La frescura de las interpretaciones y la atípica fisonomía de sus protagonistas redundan en el atractivo de una propuesta que no es original en absoluto pero que funciona a las mil maravillas.
Más próxima a las melancólicas evocaciones de Richard Linklater y Cameron Crowe que al descarnado vitriolo de, por ejemplo, «Boogie Nights» (ídem, 1997), Anderson nos obsequia con una comedia romántica de hechuras indies —pese a los lujosos, y desopilantes, cameos de Sean Penn y Bradley Cooper—, aliento clásico y gusto exquisito.
Sumémosle una banda sonora que, plagada de temazos setenteros, es un auténtico pepino y el desenfadado trabajo —lección de naturalidad y amor a sus respectivos personajes— que entregan Cooper Hoffman y, especialmente, una maravillosa Alana Haim. No en vano estamos ante varias de las revelaciones del pasado año, y con razón.
Sus travellings de seguimiento y planos secuencia deben de antojarse poco menos que inaprehensibles para el paladar cinematográfico —es un decir— «centennial». La cadencia calma que éstos aportan a sus películas está en las antípodas del ritmo obsesivo-compulsivo con que se consumen hoy redes sociales y plataformas de contenidos.
A mí, en cambio, y probablemente en buena medida a causa de todo lo anterior, me ha resultado una experiencia muy grata. La frescura de las interpretaciones y la atípica fisonomía de sus protagonistas redundan en el atractivo de una propuesta que no es original en absoluto pero que funciona a las mil maravillas.
Más próxima a las melancólicas evocaciones de Richard Linklater y Cameron Crowe que al descarnado vitriolo de, por ejemplo, «Boogie Nights» (ídem, 1997), Anderson nos obsequia con una comedia romántica de hechuras indies —pese a los lujosos, y desopilantes, cameos de Sean Penn y Bradley Cooper—, aliento clásico y gusto exquisito.
Sumémosle una banda sonora que, plagada de temazos setenteros, es un auténtico pepino y el desenfadado trabajo —lección de naturalidad y amor a sus respectivos personajes— que entregan Cooper Hoffman y, especialmente, una maravillosa Alana Haim. No en vano estamos ante varias de las revelaciones del pasado año, y con razón.