Es un gran mérito para un director lograr que su película produzca más de lo que buscaba, que consiguiera más que para lo que fue creada. Pues en principio la película deseaba solo estremecer al espectador, indignarlo y asquearlo hasta el hartazgo pero resultó ser culpable de mover algunas estructuras, de despertar, aunque mas no sea un poco, al espectador de los 70 y es más mérito aún seguir lográndolo casi 25 años después.
Pink Flamingos profundiza en escenas donde el asco es el principal protagonista y Divine su coprotagonista, es cierto que no hay nada inteligente en mostrar una mujeroide obsesiva comiendo excremento de un perro, profundiza en la perversión, en lo escatológico y lo repulsivo. Es todo esto que muestra que espectador no puede quedarse inmuto, Pink Flamingos te hace responder quieras o no, ya sea detestándola o amándola.
Es cierto también que el guión, la fotografía, la dirección, las actuaciones dejan mucho que desear, pero esto es lo que le da ese agridulce sabor a obra independiente, su bajo presupuesto brota en cada escena, pero es así como la comedia trash se nutre y cobra vida.
Tiene una estructura muy fácil de construir, una sucesión de escenas de situaciones de comedia con perversión y asquerosidad sin aparente desemboque, es así que cualquiera podría construir una obra igual o incluso más detestable (a cualquiera se le podría ocurrir una escena aún más asquerosa que la de sexo entre una pareja y un pollo), pero es sabido que solo John Waters la llevó a cabo. Es este el mérito a destacar por sobretodo, animarse a rodarla y llevarla al gran público.