Sebastian, el personaje interpretado por Ryan Gosling, en referencia a la banda a la que pasa a formar parte dice que es una actualización necesaria para que algo anodino, virtuoso y cada vez menos masivo y olvidado como el jazz deba tomar rasgos de la música pop para llegar a un público mayor en detrimento de la calidad musical, así la banda The messengers lanza un hit fácilmente radiable y spotifyble.

Eso mismo es lo que ha hecho Damien Chazelle con su última película, luego de la notable Whiplash, donde la pasión y la adrenalina por la música de jazz latía en cada redoble y golpe de la batería, en La la land se edulcora con luces de colores, algodón de azúcar, bailes y canciones muy por debajo de la era dorada de los musicales en Hollywood.

La ciudad de cartón piedra respira solo por arte de los protagonistas que al menos son los correctos para verse lindos en todo momento, pero no terminan de levantar por más final agridulce que tenga el film.

Viendo las 14 nominaciones a los premios Oscars veo que logró el cometido de traer de nuevo un género cada vez más olvidado a las nuevas generaciones millennials y volverlo pop para mayor éxito en la taquilla. Lo más importante de un musical son sus canciones, y creo que en este apartado es donde peor logra salir del vacío esta película. Es muy vistosa pero poco imaginativa, y surtirse de referencias ya tan vistas solo como actualización para las generaciones que no ven cine clásico más que amor al cine me produce aburrimiento.