Lo mismo a partir de ahora a Ryan Gosling le tenemos que empezar a llamar Ryan Goslynch. Perdonad el chiste malo, pero “Lost river” es lo último que me podía esperar del guapo protagonista de “El diario de Noah”. No sorprende que un intérprete de un status como el suyo decida dar el salto a la dirección y empezar a contar cosas, la historia del cine tiene casos de esos a patadas, lo que es asombroso es que un novato en su debut se tome más riesgos de los necesarios. “Lost River” es una propuesta excelsa y bizarra, surrealista y fascinante, de esas que amas u odias, entras o no entras. Yo en este caso entré, pero reconozco que podía perfectamente no haber entrado. Y me hubieseis tenido que oír entonces.

Cuando Gosling presentó hace un par de años su película en Cannes, los críticos le dijeron de todo menos bonito – y mira que es difícil resistirse a unos ojos como los de Ryan. Se ve que el muchacho quiere ser algo más que una cara guapa en Hollywood, y como digo, que se ha visto unas cuantas veces la filmografía completa de David Lynch. Dicen que en “Lost river” copia y copia y vuelve a copiar, y a fuerza de imitar muchos le niegan la parte de originalidad que merece. Hablan también del influjo de Winding Rfn con quien Gosling ha trabajado en un par de ocasiones, pero no comparto demasiado el entusiasmo con el cineasta danés así que haré como que no he oído nada. Pastiche, bluff, delirio pretencioso, sí, “Lost river” es todo eso también. Y a pesar de todo tiene algo de extraña fascinación. Me intriga el futuro del Ryan Gosling director, de Ryan Goslynch. Ya sabía lo bien que el muchacho lo hacía delante de las cámaras. Ahora quiero seguir sabiendo qué es capaz de seguir haciendo detrás de ellas.