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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
7
Drama Sung-nam es un pintor coreano de éxito, cuarentón y casado, que se ve obligado a huir a Francia dejando atrás a su mujer. Sorprendido fumando marihuana y en estado de embriaguez, debe abandonar el país para no ir a prisión. Una vez en París, Sung-nam se refugia en una pensión miserable regentada por un coreano. En el transcurso de su vida cotidiana en la ciudad conoce a Hyun-ju, una joven coreana estudiante de arte, y a su compañera ... [+]
16 de setiembre de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
De Hong Sang-soo se dice, y con toda la razón, que es algo así como el Eric Rohmer asiático. Estamos ante un director desde luego bastante peculiar, de esos con los que quizá cuesta conectar en un primer momento, pero que al final de puro insistir terminan inevitablemente haciéndose querer. Con un ritmo frenético de producción, y a razón de película por año (ummm, ¿a quién me recuerda?) Sang- Soo ha sabido labrarse poco a poco un hueco en el corazoncito del cinéfilo (su obra sigue siendo carne de festival y es prácticamente inédita en los circuitos comerciales) a base de esas historias sencillas y juguetonas con ese estilo tan particular suyo. Y ojo que muchas veces esa sencillez es sinónimo de la simpleza más absoluta e irritante. Otras en cambio, y al igual que sucedía en el caso de Rohmer, detrás de esa fachada circula soterrado un mensaje más profundo que nos descubre a través de su espontaneidad las verdades del barquero acerca de las relaciones humanas.

La conexión entre Sang-soo y el maestro de la “nouvelle vague” se hace más palpable que nunca en esta “Noche y día” en la que el coreano nos traslada a París para contarnos los vaivenes sentimentales de un compatriota desplazado a la Ciudad de la Luz (la razón de su forzado exilio tiene su cosa). Allí tendrá que debatirse entre el amor por una bella aunque algo descentrada joven con la que trata de día, y el de su esposa, que le espera en la noche pegada al teléfono para decirle lo mucho que le echa de menos. Sang- soo parece mostrarse especialmente suelto explorando la cotidianidad de sus personajes, delirantes y poco convencionales algunos de ellos (no perderse al norcoreano), observándolos, siguiéndolos con la cámara, o desplegando esos diálogos que se extienden hasta el absurdo y más allá, y que ya son marca de la casa. Se toma su tiempo para hacerlo, dos horas y cuarto largas, pero a mí al menos no me molesta en absoluto.

París, el amor, la pareja, y para colmo, un título robado a ese otro que da nombre a una inolvidable melodía de Cole Porter. A mí esto también me recuerda mucho a ese otro señor bajito de gafas de pasta que vive en Nueva York, que toca el clarinete, y que de relaciones humanas también sabe un rato.
Juan Solo
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