Ora unas miradas inquietantes, unas sombras que se deslizan sigilosas por el pasillo, ora esa cámara que apenas abre ángulo para mantener el primer plano, ora una respiración jadeante, la embriaguez de la danza, una partitura demoníaca, una mano recalcitrante o la sombra de una sospecha configuran un largometraje de aire misterioso y espectral.

La película puede parecer esquemática y lacónica pero siempre se advierte en ella esa intensidad emocional que lo sobrenatural inspira.
Además a F. Francis le gustaba confiar en la buena disposición del espectador así que no se ocupa mucho de lo superfluo.
Su mensaje es directo.
Aunque a veces algo ingenuo.

Cuando cinco historias (la casa, la hiedra, el vudú, la mano y la vampiresa) se entrecruzan por el hechizo del tarot algo terrible puede suceder.
Pero si el destino está escrito en las cartas que exhibe P. Cushing, entonces la cosa promete escalofríos.