La propuesta que presentan G. Perec y B. Queysanne se apoya en un largo poema en prosa cuyo alcance, además de cinematográfico, hunde su voluntad en una seria intención filosófica y social.

Desde el punto de vista conceptual, juega con elememtos existencialistas y nihilistas para enunciar, entre alegorías y simbolismos, un verdadero canto a la autolimitación como opción deliberada.
En los márgenes de la sociedad se halla “el tiempo en pausa” y allí encuentra refugio quien padece la fatiga de vivir.

Desde el punto de vista formal, la película ofrece gestos surrealistas y una plástica cautivadora acrecentada por el impacto del blanco y negro, tan eficaz cuando, como en esta ocasión, la cámara sabe aplicar el encuadre óptimo y deslizarse con sutileza.

Forma y fondo se unen en un abrazo Inquietante y obsesivo -tanto como la banda sonora- y entre todos forjan un mensaje certero.
Pero desalentador porque la mirada, hacia el final de la película, se vuelve inequívocamente escéptica ante la obstinada fuerza de lo cotidiano.