Del país vecino nos llegan películas, cada vez más a menudo, que dejan al cine patrio en bragas y perdonen la expresión. Pero revisito No se lo digas a nadie (nada que ver con el drama gay peruano) tras ver la última del magnífico Urbizu, No habrá paz para los malvados y veo cuán diferente es todo. Y perdemos en la comparación.
Cuando los gabachos se ponen intimistas, naturalistas, dogmáticos y lentos lo hacen como nadie: son un coñazo.
Cuando abordan el cine de formas diferentes y tocan "mis géneros", el terror y el thriller puro y duro, lo hacen mejor que nadie.
Canet no es Noé, porque Noé hay uno, desgraciadamente, pero es un tito Alfred H. revestido de seriedad, de profundidad, en la que una densa trama policial se entremezcla con lo más hermoso del amor, con la amistad, con el olvido y el recuerdo forzado, con el fin de una historia y el volver a empezar...
Todos los actores están de escándalo, lo de la Scott Thomas ya no tiene nombre y mi adoptado recientemente desde A bout portant, Gilles Lellouche brilla como estrellón que ya ha captado Hollywood para mi esperadísimo Sherlock Holmes de este año.
Pues eso, que si se la pierden es porque quieren, porque queda más que recomendada.

Lo mejor: Actores y banda sonora preciosista y acertadísima, desde U2 a Jean.
Lo peor: Se hace pesada en algún instante... necesario.

Quiero París ya, pero ya, ya, ya.