De quién nos alegró las retinas con Gattaca y El Señor de la Guerra, no me esperaba menos. Tal vez el tiempo me de la razón, o eso espero.
Quizás pecaré por valorarla al alza, en mi humilde opinión, pero tan sólo por la "originalidad" y la profundidad ficticia del guión esta pieza ya merece mejor puntuación. Los intérpretes cumplen el cometido dentro de una trama frenética sin apenas espacios para gesticulaciones emocionales, las miradas expresivas que toda buena película debe exponer, sobretodo porque la idea principal es un reloj donde la vida pende de los segundos o del azar. De ahí mi alta puntuación, donde la interpretación está casi cancelada por las prisas de quién puede morir en pocos minutos, las escenas contienen una carga emocional que suple con creces esa "natural" merma interpretativa, como lo es el encuentro madre-hijo tras "perder" el autobús. O la partida de cartas, o los pulsos, o la filosofía de quién se cansó ya de vivir.
La película no tiene un segundo de aburrimiento, porque todo es "nuevo", atrayente, sorpresivo, e incluso tantea la idea revolucionaria, la libertad, el reparto de la riqueza medida en tiempo, todo aderezado con diálogos acertados, movimiento continuo y originalidad del entorno a raudales. Tan sólo la idea de poder vivir siglos en permanente juventud, vieja idea replanteada hasta la saciedad en infinidad de obras, haría flaquear el visionado, pero es la acción y todo el conjunto lleno de atractivas imágenes reinventadas lo que hace de esta película algo más que un mero entretenimiento.... El planteamiento en sí da para pensar, e imaginar, discernir, e incluso discrepar. Que no es poco.