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Voto de rober:
10
24 de setiembre de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película redonda. Chaplin tenía que demostrar que su decisión de no hacer hablar a Charlot, en un momento en que todo el mundo del cine se había vuelto loco por la introducción del sonido en las películas, era acertada. Un reto mayúsculo. Y da en el clavo. “Luces de la ciudad” divierte y emociona a partes iguales, en muchas ocasiones hace las dos cosas al mismo tiempo. El ritmo es frenético, propio aún del slapstick. Los gags son geniales, pero se integran en la trama como algo natural, nada forzado. A pesar de que los personajes no hablan, el uso de los intertítulos es muy limitado, apenas se incluyen algunos al principio de cada escena, para situar la acción y no cortarla innecesariamente. Eso sí, “Luces de ciudad” es una película sonora, con un uso milimétrico del sonido, como un recurso más de la narración: discurso inicial, música, himno nacional (divertidísima parodia), silbato, combate de boxeo, disparos… Chaplin evita que los personajes hablen, pero desarrolla el lenguaje cinematográfico con toda su riqueza. La película es muy sensorial (vista, sonido, tacto…), y el espectador lo percibe así, hasta la escena final. Además, Chaplin desarrolla un argumento que contiene un retrato social muy crudo que anticipa el rotundo mensaje de lucha de clases que desarrollará en “Tiempos modernos”. El gran comediante se había convertido en un cineasta con mayúsculas. En fin, “Luces de ciudad” es para mí una obra maestra que se hace más grande cada vez que la veo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El desenlace de la película es uno de mis finales favoritos. El personaje de la chica reconoce a Charlot al principio por el sonido (puerta del coche), y al final por el tacto. La interpretación de Chaplin en esta última escena es genial, su mirada lo dice todo, y nadie mejor que él puede hacer una expresión ambigua de reír y llorar a la vez. La aparente sencillez de los diálogos (“ahora ya puedo ver”) es toda una declaración de principios. El desenlace queda un tanto abierto, y ahí reside también su perfección. Aunque no haya beso, ni príncipe azul, sino sólo antihéroes y seres que luchan día a día por salir adelante, se trata de un happy end con mayúsculas. Una forma modernísima de hacer cine, aunque la película tenga ya 90 años…