Sobrio y excelente western de John Ford, basado, como La diligencia, en un itinerario y en los diferentes personajes que se van sumando a él. Aunque no parece una obra ambiciosa, es probablemente una de las películas suyas que mejor equilibran la acción y las escenas meramente costumbristas que Ford sabía bordar a la perfección. Dos honrados tratantes de caballos (Ben Johnson y Harry Carey Jr.) son contratados por una caravana de mormones, cuyo jefe es el personaje interpretado por Ward Bond, para que les hagan de guía y escolta en su viaje al valle donde van a asentarse, tras haber sido expulsados del pueblo donde se encuentran. Entre los muy diversos personajes que se unen a ellos, habrá un grupo de bandidos que tratarán aprovecharse de su aparente incapacidad para defenderse, sin pensar que en Estados Unidos y sobre todo en Hollywood, hasta el más soso se te puede convertir en un momento en un Wyatt Earp. ¿No decía que nunca había disparado sobre hombres?, preguntará Bond a Johnson cuando éste acaba de matar a un malvado. “Ya se lo dije. Sólo sobre serpientes”, contesta. Comparado con la producción media actual de cine o televisión, esto es artesanía cinematográfica. Y de la buena.