Se trata de una película religiosa, que al igual que todas las de temática bíblica y centradas en Jesucristo, intentan realzar los buenos valores de la religión que predican y de sus seguidores.
En este caso se narra el origen del Islam y como su profeta Mahoma unificó a millones de personas bajo la creencia de un único Dios llamado Alá. Resulta curioso ver que las similitudes de este profeta con Jesús son muchísimas. La historia está basada en lo mismo; un grupo de pocas personas que siguen a un mensajero de Dios y a través de mucho sufrimiento, muertes y guerras convencen a toda una sociedad que los consideraban unos herejes y unos impíos.
En esta película libia lo más curioso es que su protagonista no aparece nunca. Esto tiene una explicación, y es que según el Islam no se puede realizar ninguna representación de su profeta. Por ese motivo, no se ve en ningún momento a Mahoma. La cámara en algunas ocasiones es tomada como cámara subjetiva al que se dirigen el resto de personajes, creando un juego con el espectador haciendo que se interactúe como si uno mismo fuera el profeta.
La película resulta interesante en varios momentos, pero es verdad que tiene un gran problema; y es el tiempo. Sus dos horas y media resultan excesivamente largas para todo lo que se narra, contando con momentos que no consiguen enganchar del todo.
No obstante, creo que es una película interesante para comprobar como empezó esta religión que por desgracia actualmente se ha desvirtuado tanto gracias a esos fanáticos extremistas. Pero uno es consciente del gran paralelismo que existe entre esta religión y el cristianismo. Por que al fin y al cabo todas se basan sobre los mismos pilares.
En fin, nos encontramos ante una película que cuenta entre su reparto con dos grandes actores: Anthony Quinn e Irene Papas. Ambos están fantásticos en esta historia que resulta interesante, pero que cuenta con una trama que no consigue mantener la atención en su totalidad.