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Chile Chile · Santiago
Voto de Lestat:
8
Animación. Comedia. Romance Cuenta la historia de una sensible línea recta que se enamora de un punto. El punto, sin embargo, encuentra a la línea aburrida y convencional, por lo que focaliza sus sentimientos hacia un garabato... (FILMAFFINITY)
14 de marzo de 2010
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Érase una vez una sensata línea recta desesperadamente enamorada de un punto.

“Eres el principio y el fin, el corazón, el núcleo y la quintaesencia”,
la decía con ternura. Pero el frívolo punto no estaba lo más mínimamente
interesada, puesto que sólo tenía ojos para un alocado y descuidado garabato
que nunca tuvo nada en la cabeza. Iban juntos a todas partes, cantando,
bailando, retozando, holgazaneando, y haciendo quien sabe que otras cosas.

“Es tan alegre, libre, desinhibido, lleno de diversión”, le decía
rencorosamente (el punto a la recta sobre el garabato), “y tú eres
tieso como un palo, aburrido, convencional, depresivo, frustrante,
rígido, pasivo y amargado”.

“¿Por qué arriesgarme?”, se decía la recta sin demasiada convicción.
“Soy fiable, firme, consistente. Sé donde voy. ¡Tengo dignidad!”.
Pero todo esto era un mínimo consuelo para la desdichada recta. Cada
día su carácter se agriaba, dejó de comer y de dormir y poco a poco
se iba marginando.

Sus preocupados amigos notaban lo delgado y abatido que estaba, e
hicieron todo lo posible por levantarle el ánimo. “Ella no es lo bastante
buena para ti”, “Le falta profundidad”, “Les da todo igual. ¿Por qué no
uscas una buena línea recta y os establecéis?”

Pero apenas escuchaba lo que le decían ya que en cualquier caso cada vez
que la miraba le parecía perfecta. Veía cosas en ella que nadie podría
imaginar. “Es más hermosa que cualquier línea recta que haya conocido nunca”,
se decía entre suspiros.

Y así pasaba el tiempo, soñando con el voluble punto e imaginándose a
si mismo como la encarnación de todo lo que ella admiraba: la recta como
un famoso equilibrista, como líder en asuntos mundiales, como audaz
agente que hace cumplir la ley, como poderosa fuerza en el mundo del
Arte o como deportista internacional.

Pero pronto se decepcionó consigo mismo y llegó a la conclusión de que
quizá el garabato tuviera la respuesta después de todo. “Me falta
espontaneidad, debo aprender a dejarme ir, a ser libre, a responder
a un encuentro apasionado”. Pero no encontraba diferencia alguna puesto
que no importaba cuanto o cómo lo intentara: siempre acababa con el mismo
resultado. Siguió intentándolo y fallando, hasta que, a punto de darse por
vencido, descubrió finalmente que con una gran concentración y autocontrol,
era capaz de cambiar de dirección y doblarse hacia donde quisiera.

Así lo hizo, y consiguió.., un ángulo. Y después otro, y otro, y otro.
“¡Qué maravilla!”, gritó. Impresionado por sus esfuerzos y con un salvaje
brote de entusiasmo, se levantó en mitad de la noche describiendo un amplio
catálogo de lados, dobleces y ángulos. “La libertad no es una licencia para
el caos”, razonó a la mañana siguiente. “Qué cabeza!”. Y allí mismo decidió
no malgastar sus talentos en exhibicionismos baratos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lestat
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