Conociendo, en tanto espectadores, a un director como Carpenter, con sus recursos narrativos, su vocación cinéfila y su facilidad para lograr éxitos con presupuestos estrechos, pues no resulta extraño que se le ocurra de tanto en tanto fusionar elementos de distinta índole. Asalto...navega por los mares conocidos de un director que se ha atrevido a mezclar las peras con las manzanas hasta descubrir el tuti frutti.

Suena tonto, pero es cierto. Porque de aquellos pistoleros que de pronto arrebatan la comisaría poco se sabe, primer dato importante, salvo que utilizan silenciador, otro elemento clave. La comisaría ya no existe como tal, fue trasladada, actúa en la peli como una suerte de atolladero para unos protas tan extraños en sus gestos y dicciones como el lugar mismo.

Entonces, en semejante puesta en escena, asistimos a una peli de terror, porque la atmósfera fue dispuesta de tal forma que todo lo cotidianamente visto en estas temáticas se vuelve difuso y llama al suspense: toda noción de familiaridad con los elementos se ha perdido, la peli actúa como un dispositivo nuevo, cuasi experimental.

Hasta los ritmos son singulares: hay tiros, muchos, pero la mayoría se dan en silencio. Hay mucha acción, pero todo transcurre con una lentitud paradójica y, lo que es más raro aún, funcional a lo que se pretende transmitir.

Carpenter ha dejado en claro que lo suyo no pasa por la cantidad de recursos. Es como Mac Gyver: puede hacer de un café una bomba de neutrones.