Sin City sólo funciona relativamente bien al comienzo, mientras dura el asombro por la técnica y asistimos a la presentación de los personajes. Luego todo entra en un nivel de mediocridad que deja mucho que desear, los jueguitos visuales saturan y el film comienza a hacerse demasiado extenso.

Para esto, hubiese sido mejor hacer una serie con capítulos de media hora.

El siempre astuto Robert Rodríguez ni siquiera se ha tomado la molestia de hacer una interpretación un poquito personal de los comics de Miller. Ha utilizado directamente las viñetas del ilustrador como si fuese un story board, del mismo modo --como ya se ha señalado-- que Gus Vant Sant fusiló los planos del maestro Hitch en su remake de Psicosis.

Pero bueno, ahí va Roberto Rodríguez. Cultivando su imagen de joven rebelde, forrándose con sus Spid Kids, sus topicazos mejicanotes y sus coqueteos con Tarantino.

A ver si empezamos a ser un poco rebeldes los espectadores y dejamos de hacerle la ola a estos productos absolutamente huecos.