De lo que hacemos cuando somos adultos hay un enorme ligazón con lo que hicimos de niños. Muchas de estas cosas que hicimos, o nos ocurrieron, cuando éramos niños, permanecen para siempre en el subconsciente, y solo con una terapia adecuada podrían salir a la luz. Esta película es como una terapia para sacar a la conciencia hechos ocurridos que pueden determinar nuestro comportamiento, y en este caso, el comportamiento sexual de nuestros protagonistas. Todo el tratamiento de lo que hace Neil, una magnífica interpretación por parte de Joseph Gordon-Levitt, es como una serie de sesiones ante el psicólogo que nos va descubriendo parte de nosotros, en lo que se descubre el propio Neil. No hay morbosidad, no hay crudeza, hay realidad en las imágenes, necesarias para contarnos la evolución desde la infancia a la juventud en una situación traumática. Es un ejercicio de comparación de lo que alguien ha borrado de su mente, es el caso de Brian, y lo que alguien tiene tan presente que no puede escapar a ello como le ocurre a Neil. La presencia de Eric, el amigo común, será la situación de lo que asumimos y superamos con toda normalidad en nuestra vidas. En resumen, todo un ejercicio de análisis psicológico mediante la imagen. En la estructura cinematográfica hay unos espacios temporales de los protagonistas marcados con fechas que son como la lectura de las distintas sesiones de psicoanálisis, y que el director se encarga de separar claramente con fundidos en negro. La composición de esas piezas nos dará el total que conseguimos al final. Un magnífico ejercicio de cine para llegar a la intimidad de unos personajes.