Voy a ser breve que estoy cansado de escribir. Además, apenas recuerdo esta película que vi hace menos de diez días, lo cual de por sí ya es una mala señal. Vaya por delante que no soy un forofo de Woody Allen ni tampoco lo contrario. Algunas de sus películas me han encantado, y otras, especialmente las que llevan nombres de ciudad, me parecieron lamentables.
Lo digo porque he observado que la gente no suele tener término medio cuando se trata de él. Amén de que, por alguna misteriosa razón todos los fans de Woody Allen que he conocido eran europeos y todos los que lo ponían de vuelta y media, americanos.
Para centrarme en la obra en cuestión, lo mejor que puedo decir es que se ve con agrado, o sea con indiferencia. Yo tuve casi todo el tiempo la impresión de asistir a una manifestación más de la misma fórmula repetitiva. Los diálogos, hasta donde recuerdo, se pasaban de ingeniosos, llegando incluso a lo redicho y al amaneramiento.
Y el personaje protagonista, un alter ego del director como en tantas otras de sus obras, tiene un toque de autocomplacencia que a mí personalmente me chirría un poco.
Por lo demás, todo muy correcto, salvo que salí con la incómoda sensación de que me habían dado gato por liebre.