Tanto la trama como el desarrollo son terriblemente tramposos. Parece un alegato contra la pena de muerte pero no lo es. La presentación es prometedora. La conclusión es un fiasco, una burla al espectador Sólo se salva el buen hacer de Sean Connery y el papelazo de Ed Harris, quien borda el personaje de asesino psicópata con absoluta convicción. También tiene su atractivo el exotismo de de la ubicación de los escenarios, en la América profunda perdida en los "Everglades" de la Florida. Otro punto de interés es la actuación de la irreconocible niña Scarlett Johanson, cuando nada hacía presagiar la grandísima actriz en que se convertiría después. Por lo demás, la película no pasa de la mediocridad. Es una más de condenados a muerte y no precisamente de las destacadas.