Christa Klages (Tina Engel) y Werner (Marius Müller-Westernhagen) están siendo perseguidos por la policía luego de robar un banco junto con otro joven compañero que fue rápidamente apresado, la intención con el dinero del hurto era ayudar una guardería que estaba pasando por graves problemas económicos.

El dúo protagonista, que tiene cierta relación abierta, cuenta con algunas amistades que les ayudan a pesar de no estar de acuerdo con el hecho delictivo, el filme transcurre siguiendo su andar para no ser apresados, mientras se interrelacionan con estas personas. Además, en segundo plano, se muestra al personaje de Lena (Katharina Thalbach), una empleada bancaria que se interesa por la protagonista y que es una testigo vital del crimen.

Primer largometraje en solitario para la realizadora Margarethe von Trotta, que desde mediados de los sesenta había iniciado una carrera como actriz que poco a poco comenzó a dejar de lado en favor de la dirección. Con el paso de los años se convertirá en una de las directoras alemanas más importante y una luchadora frente a los derechos de las mujeres en la sociedad.

Ella se convertirá en uno de los referentes del Nuevo Cine Alemán que arrancó desde los años sesenta, además, este primer trabajo muestra muy clara la influencia del Nouvelle Vague francés, la edición un tanto abrupta, este apartado a cargo de Annette Dorn que también realizaba su primera labor en solitario. Además de la cuestión criminal y como está tratado, así como la exploración de las relaciones amorosas que divaga en varias vertientes.

En realidad, lo que se ve en el filme es la primera vida de su protagonista, que cierra precisamente con el “segundo despertar” que hace mención el título de la película, von Trotta demuestra gran dominio del lenguaje cinematográfico, construyendo una historia alejada de los cánones “clásicos” que aquejaban al cine francés y alemán previo al cisma que trajeron los movimientos cinematográficos antes mencionados.