Empezaré hablando de sus virtudes, que son varias. En primer lugar, consigue relacionar al espectador con las miserias de la enfermedad que trata de un modo bastante notable, mediante una gran ambientación, lograda a base de una inteligente mezcla entre realidad y mundo onírico, de la intromisión de elementos de este último en el primero. En segundo lugar hay que destacar las interpretaciones, y particularmente la de Michael Shannon, que está magnífico en su papel. Y en tercer lugar, es bastante convincente el modo en que el entorno del protagonista se comporta a medida que se manifiestan de un modo más claro los síntomas.

Eso se consigue, y sin duda, no es poco. Pero falla desde el primer momento el ritmo, que no parece encajar, y la claridad de lo que se intenta contar. Es grande la sensación de confusión, de no ver a dónde va, a dónde quiere ir, a dónde lo quieren llevar a uno con lo que le están mostrando ; se pierde un poco en si misma. En cuanto a lo que ha comentado alguno de que es una metáfora de lo que se cierne sobre nuestra sociedad, yo no lo veo del mismo modo. No creo que trate de ser metáfora de nada, o al menos, si consigue decir de nuestro mundo algo, lo hace con torpeza. En este punto, prefiero considerarla simplemente como una intromisión en la vivencia de tal enfermedad. Por último, comentar que se resuelve de modo nuevamente confuso, para crear misterio donde, me temo, no hay más que pretensiones de hacer de la falta de claridad algo grande.

En fin, una propuesta fallida, pero que no deja de ser interesante de ver gracias a varios de sus aspectos positivos, que harán que tenga la mira puesta en lo que haga Nichols de aquí en adelante.

Calificación: 5,5