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España España · Madrid
Voto de Bucebro:
8
Romance. Drama De repente, Alí tiene que hacerse cargo de su hijo Sam, un niño de cinco años al que apenas conoce. Como no tiene casa, ni dinero, ni amigos, se refugia en Antibes, en casa de su hermana, que los acoge cariñosamente. Tras conseguir trabajo como portero en una discoteca, Alí conoce a Stéphanie, una domadora de orcas en el acuario Marineland. (FILMAFFINITY)
24 de enero de 2013
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos los humanos, en mayor o menos medida, necesitamos ser redimidos. Y en esta película Audiard nos presenta una "trinidad" insatisfecha con sus vidas. Alí (Matthias Schoenaerts), rudo y suburbial, de paternidad impuesta, que tiene que salir adelante con la carga de su nuevo hijo, robando o hurgando en la basura para el sustento de ambos. Stéphanie (Marion Cotillard), guapa, seductora, acomodada, pero sumida en una soledad consciente, que serpentea en las pistas de baile para alimentarse de emoción, provocando el deseo de los demás. Y por último Sam (Armand Verdure) el hijo al que le han arrancado a su madre contrabandista, y que pregunta impaciente por su vuelta a ese padre desconocido. Abandonado en su soledad, se refugia entre excrementos de perro, escondiéndose, pataleando y chillando de impotencia.
Los tres reciben un Bautismo físico (inmersión en el agua), que cambiará sus vidas. Stéphanie tras el accidente queda inerte en el agua sanguinolenta. Acto seguido la escena dramática y terrible del hospital; un prodigio de la técnica digital, y un prodigio de interpretación, que te arruga el corazón, para empatizar con ella en lo que queda de film. Sam y Ali, también se sumergen en el agua para renacer a sus nuevas vidas.
También en el agua (la maravillosa escena del baño) se despierta ese ¿Y por qué no, con él? en nuestra protagonista, y emprende las labores de conquista. Rechazada y humillada, sin ver cumplir ninguna de sus expectativas, persevera e insiste una y otra vez.
Me han gustado mucho los diálogos entre la pareja, el autismo irreverente y la falta de sensibilidad de Ali, contra la contención de Stéphanie, adaptándose a nivel emocional y moral de él, y cómo se transmite la impotencia de ser tullida e invisible, despreciada. Contrasta con la escena del bar, cuando reacciona con agresividad ante el mismo estímulo.
Mención especial a algunos acertadísimos "momentos musicales" en especial el bucle inicio final con el temazo de Bon Iver "The Wolves (Act I And II)".
Respecto al Happy End, me reconforta que Audiard vea que sí, que es posible que las almas oscuras y perdidas se rediman, que la princesa se humanice, que el hielo se quiebre, que las fracturas suelden, e incluso confieran más dureza y resistencia al hueso. Que la roca se transforme en pan, aunque sea chusco. Y que unos trozos de metal, revistan de dignidad y aplomo, abriendo una rendija a la esperanza del amor. Que el inocente, vea al fin algún nuevo destello de esperanza hacia el paraíso perdido de la paternidad.
Todo un canto a la perseverancia.
Bucebro
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