Cada persona puede, en la medida de lo posible, hacer y deshacer a su antojo el camino que quiera llevar en su vida. Siempre hay factores incontrolables, desvíos y baches, pero en general cada uno pretende ser lo más feliz posible.
Este no es el caso de nuestro protagonista que el pobre vive en un mundo en el que los vampiros viven entre los humanos. Escondidos pero medio integrados en la sociedad, sin hacerse notar. Pero en siglos anteriores los vampiros mataban, robaban y arrasaban poblados como es debido, a la antigua usanza y vivían como reyes. Aquí es donde nuestro protagonista deja de tener control en su vida y la decisión de convertirlo al vampirismo la toman por él. Es entonces cuando Mick decide que su existencia no vale nada y que sólo vivirá para ayudar a los humanos, dejando de lado sus necesidades.
Ni que decir que lo mejor de la serie es que por fin después de ver vampiros que caminan a la luz del día (Crepúsculo), híbridos de vampiros como True Blood y mierda del mismo calibre, aparecen vampiros que no les gusta nada el sol, que duermen de día en un ataúd, que beben sangre de verdad y que tienen poderes que da gusto ver en un vampiro.
El protagonista tiene un papel estelar tanto en el guión como en la interpretación aunque bajo mi punto de vista me gusta mucho más el amigo ricachón (éste sí que da gusto que aparezca en cada capítulo), la chica tampoco se queda atrás y forma con los anteriores un trío fantástico.
Las peleas, intrigas y la ambientación son de muy alta calidad.
La única pero enorme pega es que algún iluminado del cine/tele decidió que esta serie no gustaba y la canceló con solo 16 capítulos de recorrido y con muchas preguntas sin resolver.
Como dirían en facebook: me gusta.