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Voto de Variation74:
8
7,7
126.240
Comedia. Drama
Truman Burbank es un hombre corriente y algo ingenuo que ha vivido toda su vida en uno de esos pueblos donde nunca pasa nada. Sin embargo, de repente, unos extraños sucesos le hacen sospechar que algo anormal está ocurriendo. Todos sus amigos son actores, toda su ciudad es un plató, toda su vida está siendo filmada y emitida como el reality más ambicioso de la historia. (FILMAFFINITY)
20 de julio de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ignoro qué dijeron el director y los guionistas a propósito de la película pero cuanto más pienso en ella más me parece que se presta fácilmente a ser interpretada como una ficción dentro de una ficción.
Nosotros, como público, EMPATIZAMOS con el protagonista pero SOMOS los telespectadores del programa, los que las peripecias de Truman tienen en vilo…
Nosotros, como público, EMPATIZAMOS con el protagonista pero SOMOS los telespectadores del programa, los que las peripecias de Truman tienen en vilo…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
…y estallan de júbilo con la emancipación del prisionero. El final, atropellado, guarda la clave de esta interpretación: el villano cae derrotado, el héroe completa su viaje de vuelta a casa con la intervención idónea, el público salta de alegría, final feliz, ¿y ahora? ¿qué más echan en la tele?
La película es una parodia del espectador medio, o sea de su propio público, y, como tal, constituye un despertador, un llamamiento a liberarnos de las cadenas de una ficción tan convencional como la que se nos ha mostrado por partida doble.
Pasada por el tamiz de esta autocrítica, los roles quedan definidos con claridad: los telespectadores, como hemos dicho, somos nosotros; Peter Weir es Christof; Truman es la historia viva que invita a la propia emancipación (empezando por la butaca) y la película (o el cine o el arte, en general) es Sylvia, la causa final de la odisea, el amor, la empatía de la que hablábamos en un principio y que abre la puerta hacia la libertad.
La película es una parodia del espectador medio, o sea de su propio público, y, como tal, constituye un despertador, un llamamiento a liberarnos de las cadenas de una ficción tan convencional como la que se nos ha mostrado por partida doble.
Pasada por el tamiz de esta autocrítica, los roles quedan definidos con claridad: los telespectadores, como hemos dicho, somos nosotros; Peter Weir es Christof; Truman es la historia viva que invita a la propia emancipación (empezando por la butaca) y la película (o el cine o el arte, en general) es Sylvia, la causa final de la odisea, el amor, la empatía de la que hablábamos en un principio y que abre la puerta hacia la libertad.