Gavin O'Connor hace uso de bastantes tópicos a la hora de rodar Warrior, pero si el resultado final es tan satisfactorio, los lugares comunes son entonces bien utilizados. Lo acertado a la hora de rodar la película es precisamente eso, el buen uso de esos tópicos: el padre ex alcohólico, el hijo que no puede borrar su pasado y el hermano que lucha por su familia.

Cada uno con sus razones levantan la cinta. Si además a eso le añadimos unas escenas de lucha estupendamente bien rodadas y veraces, y un final emotivo, tenemos que aplaudir el buen hacer de O'Connor, a quien le echa una inestimable buena mano la grandiosa interpretación del no menos grande Nick Nolte, que en una escena en concreto vale toda la película. Por otra parte Tom Hardy, aparte de lucir un poderoso físico para la ocasión tambien logra un papel memorable. Joel Edgerton tampoco pierde comba a pesar de que cueste verle metido en el papel de luchador ganando tantas victorias.

Si algo se le puede reprochar a Warrior además de quizá una duración algo excesiva y algún que otro pasaje que bien podría haber sido eliminado del montaje final, es precisamente la misma virtud que tiene: hacer de un argumento bastante sobado su muralla infranqueable. Por eso resulta una opción muy a tener en cuenta tanto como película de lucha (ya quisieran muchas esa robustez de escenas) como drama familiar que, aunque manido, funciona de forma satisfactoria gracias en gran parte a unas interpretaciones muy solidas y a un retrato fidedigno del difícil y duro mundo en el que viven todos los personajes.

Apoyada en valores tradicionales como son la familia y la sangre. (nunca mejor dicho) es un drama con un trasfondo del mundo de los combates profesionales muy a tener en cuenta a pesar de haber llegado tan tarde a nuestro país.