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Voto de gombrowicz:
10
Comedia Unos días antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), a Cluny (Jones), una joven apasionada de la fontanería, la envía su tío a servir como criada en una rica mansión inglesa. La vida como sirvienta es dura, pero sus días los alegra un refugiado checo (Boyer), invitado de los dueños de la mansión, que ha huido del nazismo. Ambos se identifican como "almas desplazadas", pero ella no quiere nada romántico con su agradable nuevo amigo. (FILMAFFINITY) [+]
6 de noviembre de 2011
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amante del cine, pero ni mucho menos erudito ni de vastos conocimientos. Primera crítica que envío. Admirador de "To be or not to be" desde no sé cuantos años, pero desconocedor del resto de la obra de Lubitsch. He visto ahora "El pecado de Cluny Brown". No tengo ganas de hacer una crítica sesuda y con afán de dar en la diana y no dejarme nada atrás. Sólo me apetece sacar a relucir un pensamiento que quedó en mi cerebro y en mi corazón tras verla. He imaginado la persona de Lubitsch sin documentación alguna. No insistiré en su "toque", en su genialidad, en su fina ironía, en todo eso que se sabe. Lo que me imagino es a un hombre que, sin pretensiones de dejar huella, no pretende quebrarse la cabeza para componer todo el engranaje, la maquinaria y el ser vivo que constituirá la película que se propone hacer. Me da por imaginar que alguien le da una idea algo vaga, sin argumento muy definido, sin mensaje, sin pretensiones, algo así como una nube fugaz que pasó por su cerebro, que se pobló de personajes, diálogos y escenas sueltas, y quería alguien "profesional", alguien con oficio que lo transformara en película.
Con esas premisas humildes, imagino a un Lubitsch que no tenía otra ocupación que hacer películas, porque nació con ese designio. Y algo fundamental: nació también con una varita mágica. El pecado de Cluny Brown es difícil de definir en su esencia. Es una historia de muchas historias, de muchos personajes y de no se sabe qué leit motiv lleva para realizarse. Pero las varitas mágicas son eso, mágicas. Lubitsch reunió un montón de elementos que alguien (tal vez él mismo), le entregó, lo desarrolló, lo ordenó, inventó, añadió, reunió... todo eso que estaba volando en torno suyo, y sin esfuerzo, con su varita mágica, de un toque sin esfuerzo, realizó una película con sencillez, y con todo aquello que llevaba dentro por obra y gracia de esa suerte que recae en los genios sin que ellos se esfuercen. Y así nació la película. Fluye como un arroyo en una primavera llena de agua, brotan a cada segundo pequeños milagros de diálogos, apreciación de los seres humanos, de las clases sociales, de la historia (de la historia que en esos momentos se desarrollaba, no la digerida que da tiempo a interpretarla con distancia !), de la alegría de vivir, de la rigidez en la vida, de la torpeza, de la inteligencia, del absurdo y sin embargo con sentido, del sentido de la vida tantas veces casi absurdo...
El pecado de Cluny Brown es una película de la que cuesta decir de qué trata y qué cuenta. Porque apenas cuenta nada, porque toca historias detrás de las historias que cuenta, que no se ven pero se sienten, que hace reir sin saber exactamente por qué... y todo sin esfuerzo.
Dios mío, qué suerte para la humanidad que haya quienes nacen con la varita mágica. ¿Y para ellos? ¿es también una suerte?... probablemente no saben que la poseen. Creo que simplemente ejercen su oficio, para que los demás nos nutramos de su riqueza y de su genio.
gombrowicz
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