Así pues, el inolvidable Charlot, en la calle y sin trabajo, pasará por todo tipo de penurias para lograr llevarse un bocado al gaznate a lo largo del día, y se verá las caras en no pocas ocasiones con la policía (el momento en que amenaza con tirar un ladrillo al local y el policía le descubre in fraganti es sencillamente brillante). Pero son tantos los fragmentos inolvidables: desde Charlot robando las tortas al desdichado dependiente sin que éste se de cuenta; o Charlot intentado encontrar trabajo, y pese a llegar el primero, todo el mundo se le cuela delante de sus propias narices ante su nula capacidad de reacción; o el momento en que en la "Linterna Verde" la cantante tararea esa canción tan sentimental que hace llorar a todo el mundo, incluido el camarero que devuelve el dinero que había robado de la caja, o el músico, que deja de tocar el violín; o ese otro momento en que Charlot deja sin sentido al ladrón y mueve su cuerpo inconsciente como si de una marioneta se tratara... Mención especial se merece el simpático perro, compañero del infatigable Charlot en esta aventura.

El único defecto que le veo es que es demasiado corta, pero eso es algo que siempre pasa con sus películas: nunca queremos que terminen. Nunca tenemos suficiente.

En fin, de poco sirve añadir más cosas. Desde luego que no es su mejor obra, pero aunque se tratase de su peor película (que no es el caso) estaría muy por encima de la media. Si no has tenido aún ocasión de verla, intenta hacerlo en cuanto te sea posible: no te defraudará. Aunque no sé por qué digo esto, porque si has leído hasta aquí significa que has leído el spoiler, y por lo tanto (probablemente) ya la has visto. En ese caso: disfrútala una vez más.