Creo que a veces la diferencia entre un espectador y otro no reside en quién tiene mejor gusto o más conocimientos de cine, sino más bien, reside en quién sabe qué tipo de producto está a punto de consumir y quién no.
Este año he visto dos películas que tratan de hacernos volver a la infancia y para que una película de este tipo sea efectiva, debe tener dos cosas: respeto por el producto original y un toque de aire fresco. Christopher Robin, desde mi punto de vista, lo consiguió: entretenía de una forma fresca sin demasiado fanservice, con actuaciones meditadas y comedidas, respetando el producto original.
No voy a explayarme hablando de fallos de guión, de la rimbombancia y de la pomposidad de los personajes, o de que Emily Blunt, a pesar de tratar de darlo todo, por momentos parece que esté intentando imitar a Julie Andrews, más que interpretar a una nueva Mary Poppins (o a su propia Mary Poppins).
Minutos de metraje musical absurdamente largos, canciones que no son memorables, un argumento calcado de la original, una historia que no hacía falta contar. Por muchos Colin Firth y Meryl Streep que pudieras contratar, los cuales a pesar de ser actores deliciosos, no pueden levantar el vuelo de una historia que no tiene alas, si tu historia es un plagio, tus canciones no tarareables y tus personajes no despiertan en ti ningún tipo de emoción, algo estás haciendo mal con Mary Poppins.
PD: Una película comienza con un guión, una historia; si esa historia no vale la pena ser contada, jamás será una buena película.