"2 guns". Con un par, "Starsky y Hutch".
Solo que en esta ocasión uno es negro, Boby (Washington), y el otro blanquito, Stig (Wahlberg). Se conocen hace menos de un año y, mucho jijí, jajá, se plantean robar el banco donde suponen que los narcos depositan el dinero.
Mira que lo sabían, "No asaltes un banco que esté enfrente del bar que tiene los mejores donuts del contorno". Pero lo hacen, bromita va y bromita viene, se encuentran tal montón de millones de dólares que hasta ellos mismos se asustan de su atrevimiento.
Entonces vienen los problemas. Todo el mundo detrás del dinero, el Servicio de inteligencia de la Marina, Antidroga (DEA), la CIA y por supuesto los traficantes de droga. Todos auténticos mafiosos con pinta de macarras, "¿No os han dicho que con esas gafas parecéis gilipollas?"
Casi el que mejor cae es Papi Greco (Olmos), el jefe del cártel mexicano que por lo menos no tiene pelos en la lengua, "Os gusta mi país débil y corrupto para comprar lo que queráis a bajo precio". Tiene su propia ganadería de reses bravas y, atención, un nieto que luce con orgullo la camiseta de la selección española de fútbol y su estrellita.
¿Guion y realización? ¿Para qué? Todo está subordinado a ofrecer una cinta de acción trepidante con abundancia de tiroteos, incendios, explosiones y millones de dólares en papelitos volando por el aire. Hasta un conato de encierro de San Fermín veremos.
Al tratar de los protagonistas, dos desenfadados y desenvueltos agentes, algunas críticas hablan de tonos cómicos. Nosotros no lo hemos visto por ningún lado, a no ser que a alguien le parezcan graciosos esos chistecillos, bromitas y colegueos que se traen como si fueran alumnos de secundaria.
La película de todas formas entretiene y gustará a los amantes de la acción a cien por hora. Pero sin colocar muy altas las expectativas.