Si Capharnaüm fuera un documental sería de un mal gusto exagerado. Sin embargo, es una ficción. Una ficción muy real, por desgracia. Todo esto existe y no desaparece por mirar hacia otro lado. Por ello, me parecería hipócrita cuestionar la ética de Labaki cuando la que debe tambalearse es la nuestra.

Dicho esto, la narrativa de la cinta es envolvente. La vida de Zain se presenta al espectador de un modo fluido, solemne y desahogado al mismo tiempo. Es asombrosa la capacidad de Labaki para presentar la angustia envuelta en un relato que resulta tan tierno como descorazonador. Por otro lado, extraer belleza de la miseria no deja de ser un don que va mucho más allá de una gran fotografía.

Cuenta la película con una trabajada dirección de actores y una hermosa banda sonora que quizás sí peque de posible pretenciosidad por elevar el filme a un plano intelectual o de favorecer la aceleración emocional. Sinceramente, no importa. Se me han planteado otros juicios durante el visionado, juicios de mayor calado. El cine también debe servir para estas cosas. Capharnaüm pone el foco donde más duele. Verla rasgará el corazón, pero hay muchos otros pasándolo peor. Y no necesariamente en Beirut.