He aquí una de las pocas películas que me han gustado más que el libro que las inspiró, en este caso si mal no me acuerdo de Joan D. Vinge. Se trata de una historia romántica por muchas razones, por el hecho de transcurrir en pleno medioevo, por las maravillosas imágenes que se suceden a lo largo y por esa historia de los amantes separados por un hechizo que los condena a no poder estar juntos en su forma humana más que en dos brevísimos momentos del día, uno en el amanecer y otro en el crepúsculo. Richad Donner nunca fue santo de mi devoción, pero debo admitir que esta película suya es una joya. Debo admitir, sí, que la música de Alan Parsons suena un tanto fuera de lugar, en un período histórico tan ajeno a la electrónica. Pero es un detalle absolutamente soslayable en un filme como éste, cuya factura técnica es por lo demás impecable, y que por desgracia no es muy conocido.