Parece muy fácil lo que hacen cineastas como Yorgos Lanthimos, pero no. Y "High-Rise" nos lo demuestra. Admiro el arrojo de Ben Wheatley, con ardiente materia prima además de J.G. Ballard y un reparto de lujo, pero la propuesta se me ha quedado bastante a medio gas.
A ver, no le resto un ápice de interés o de riesgo al film, pero hay una serie de pecaminosos vicios que me han arruinado por completo la experiencia "High-Rise". Por ejemplo, una realización con maneras de absurdo e incomprensible anuncio de colonias, apoyado en un desesperante montaje del todo esquizofrénico. O un guion que no es capaz de enlazar cuatro diálogos seguidos. Todo eso me chafa una obra que seguramente iba, entre otros, destinada a mi. Soy su target. Pero es que Ben Wheatley se ha pasado de rosca.
En hablando de fondo de armario, el subtexto de la cinta, que se arma como descarnada y feroz crítica a la sociedad, no es muy críptico que digamos. Aunque el realizador ingles lo pretenda ocultar bajo unas obtusas maneras con la única finalidad de hacerlo parecer críptico. Pero parecer no es ser, muchacho. Y "High-Rise" no es, parece.