Antes de ver "Alabama Monroe", tenía la idea prefijada de que seria una suerte de "Blue valentine" (Derek Cianfrance, 2010) pero a la europea. Afortunadamente las expectativas son solamente eso, expectativas. La película de Felix Van Groeningen guarda bastantes similitudes con la anteriormente citada en la forma, pero es en el fondo donde cambia radicalmente. Mientras que la de Cianfrance era un drama romántico sutil, "Alabama Monroe" es un dragón romántico de esos que buscan meterte el dedo en el ojo para que llores, y lo hace desde el minuto uno sin ningún tipo de pudor. Seguramente ese sea el mayor punto flaco del film, le falta sutileza en general y en particular durante la primera mitad de película, parte en la que el drama está excesivamente subrayado.
"Alabama Monroe" es, además, una película que esconde más de lo que muestra a simple vista. Bajo su premisa de narrar la historia de amor y drama de sus dos protagonistas, hay un sinfín de otros temas que aborda Felix Van Groeningen. La cinta es un continuo homenaje a la cultura americana, aunque por debajo hay bastante de crítica, empezando por la estetica wéstern y pasando por su estupenda banda sonora cimentada en el bluegrass. Pero es que, además, el film es un espejo en el que se mira el sueño americano que al final termina convirtiéndose en pesadilla, mediante referencias a la era Bush post 11-S y al fundamentalismo religioso que controla parte de los Estados Unidos.
Por no hablar de que, en la parte puramente romántica, "Alabama Monroe" es un portento. Cruel y dulce al mismo tiempo, emocionante en su conjunto y tremendamente realista. Gracias también, en parte, a dos actores protagonistas en estado de gracia. Es imposible no engancharse a esta fuerza de la naturaleza sin control.