Una de las mejores películas de Mel Brooks, acertadamente filmada en blanco y negro de forma que se le dota de un agradable toque propio de los años cincuenta. Un delirante humor absurdo y diálogos antológicos constituyen una obra estupenda dentro del campo de la comedia, sin caer en el pantano burdo que caracterizaría a los trabajos del director años después. Una divertida parodia que nada tiene que ver con las actuales.

Gene Wilder realiza una interpretación fenomenal del personaje siendo apoyado por Mary Feldman, cuyos ojos saltones debido a una enfermedad le favorecieron una caracterización inmejorable. La expresividad es sin duda el punto fuerte de ambos. Incluso el propio monstruo, encarnado por Peter Boyle está bien "diseñado" y realmente destacable es la escena del musical en la que es presentado al público. Por otra parte, la ambientación del castillo también se encuentra bien conseguida.