Por lo menos, eso me ocurrió a mí y a mucha gente que la ha visto. Y que conste que no es que me encanten las películas sobre la religión, pero es imposible ver esta película sin sentir un "algo" que toque tu fibrilla espiritual. El filme es... desgarrador, doloroso, visceral, violento y sangriento, hasta casi rozar lo inhumano (tal vez intencionadamente, para darnos a entender la inhumanidad superior de Dios). Cada escena está rodada con increíble cuidado y detalle, y sin embargo, la sensación de naturalidad que transmite deja al público expectante.

El trabajo que realiza todo el reparto es impresionante, sin excepciones. Las actuaciones en sí son brillantes, y ya no hablemos del increíble esfuerzo requerido para rodar las escenas en latín, arameo y hebreo.

No me malinterpretéis: la película, por muy buena que sea, no va a convertir a ateos en cristianos ni por verla se va a producir en vosotros un cambio espiritual de 180º que os hará empezar a estudiar teología o a tomar los hábitos. Solo es una simple película, es cierto; pero es una película única porque no sólo transmite todo tipo de emociones (dolor, odio, pena, tristeza, desesperación), sino que hace al público sentirlo en carne viva, como si todos y cada uno de ellos estuviesen dentro de Jesús de Nazareth.