Llevo algún tiempo diciendo por estos lares (poco visitados, bien es cierto) que el cine español está haciendo un esfuerzo considerable y formidable por salir de los cánones de lo que se ha llamado durante años, las “españoladas”. Pues aquí tenemos una involución a ese hecho. Tras una recomendable primera parte, una película muy divertida y muy fresquita; un musical bien actuado y bastante simpático; nos llega la inevitable segunda parte. Pero lo que en aquella era algo fresquito, aquí es un refrito; lo que entonces era simpático, ahora es bochornoso. Y es que es una pena que no haya un triste chiste que disfrutar que merezca la pena. Lo único que puede echarse uno a la cara son los cuerpos de Verónica Sánchez y Lucía Jiménez.
Un despropósito lamentable y decepcionante.