El formato ideal de una serie lo tiene las británicas. 6 capítulos por temporada de entre 45 y una hora de duración, con una historia completa. Así es Happy Valley, una serie policial y mucho más, donde una sargento de policía dirige un equipo de agentes en un valle rural de Yorkshire mientras lucha con sus problemas personales. En el pueblo, un contable despechado organiza el secuestro de la hija de su jefe porque no le quiso subir el sueldo. Y como suele suceder, todo se va liando y, siendo un pueblo tan pequeño, unos personajes están relacionados con otros. Tiene el aliciente costumbrista y de credibilidad de sus personajes que son gente real que vive en un pueblo y no arquetipos. Comparte mucho con Fargo, aunque en su estilo más británico y sin tanto humor. Pero el trasfondo de perdedores buscando algo mejor está en cada personaje y cada situación. Así como la policía que, a priori, parece destinada a recoger yonkis y vagabundos, pero que conoce su trabajo a la perfección y tiene un instinto creado por los años de experiencia. Es un drama, y como drama es duro, pero también es un thriller inteligente y absorbente. Las interpretaciones son muy naturales, muy creíbles. La luz marchita de Gran Bretaña, donde el gris predomina tanto dentro como fuera de las personas. Es difícil conjugar bien el drama personal con un thriller, Happy Valley lo consigue con nota.