Rodada con posterior a la sublime Rojo Profundo, Suspiria es la iniciadora del ciclo de películas "argentianas" sobre "madres del mal y oscuridad".
Visualmente espectacular y estupenda en su puesta en escena, Suspiria queda lastrada por un guión plagado de lagunas, puesto claramente al servicio del sadismo con el que se ruedan las muertes o agonías de las diferentes víctimas. Posee una música de sintetizador, como en los mejores filmes de Carpenter, que pretende acentuar la tensión y mostrar, a veces, la locura de la realidad de la escuela de danza pero que, a pesar también de llevar la firma de Goblin, queda muy por debajo de la de Profondo Rosso. Por último, cada vez que veía el estado de histrionismo al que habían quedado reducidas Joan Bennett y la bellísima Alida Valli (la chica de El tercer hombre), me entraban ganas de echarme a llorar. Y eso, por no hablar de unos efectos especiales cuanto menos pobres, aunque sin llegar al nivel de Harryhausen.
En suma, que me quedo con Profondo rosso, y me arriesgo a recomendar La residencia de Narciso Ibáñez Serrador, que tantas concomitancias tiene con ésta (aunque la de Ibáñez Serrador es bastante anterior), y que está infinitamente mejor hecha y no da nada por supuesto. Porque, con todo, lo peor que tiene Suspiria es su aburrida previsibilidad.